Hace dos años abrí una cuenta de Goodreads para llevar un registro de los libros que leo, porque con frecuencia llego al fin de año y ni me acuerdo. No suelo leer siguiendo la lista de novedades, sino una extraña ruta de azar y programa determinado por mis intereses académicos y creativos.
Aquí la lista de los mejores libros de 2016.
Belleza de lo brutal, de Ryosune Akutagawa (Ed. Días Contados)
Poco después de publicar La caída de Cobra, me escribió mi primer lector, el indómito Fermín Aceves, y me dijo que mi novela le recordaba a Akutagawa. Yo le dije que gracias, sin confesar que nunca lo había leído, y corrí a la librería de mi barrio a comprar esta recopilación de cuentos, que en su título lleva la definición más precisa del estilo de Akutagawa. Todos los cuentos son maravillosos, pero “Rahomon” me deslumbró y “El biombo de la muerte” tiene una estructura fascinante que ya quisieran muchas novelas.
El maestro y Margarita, de Mijaíl Bulgákov (Ed. Nevsky)
Al comenzar el verano, después de entregar mi trabajo final de Master, que me trajo bastante ocupado, me regalé la edición de Nevsky Prospect del clásico de Bulgákov (traducción de Marta Rebón). Lo leí mientras hacía un viaje por el País Vasco, Cantabria y Asturias, poco antes de que naciera mi hija.
No hay modo de resumir esta novela: por eso es un clásico. Basta decir que es un delirio fantástico, tragi-cómico, de un humor oscuro francamente delicioso que amplió mi idea de lo que una novela puede ser. Un antídoto para todos los enclaustrados en el realismo más simplón.
Akira, de Katsuhiro Otomo (Ed. Norma)
Fui leyendo por entregas este clásico del manga según los caprichosos ritmos del sistema de préstamos de las Bibliotecas Públicas de Barcelona. Por azares de estas cosas, los dos primeros volúmenes estaban en blanco y negro, y el trazo magnífico y magnificente de Otomo me movió cosas que las letras no pueden expresar; a partir del volumen 3, las ediciones que leí estaban coloreadas, lo que no está mal, pero el blanco y negro… Toda una exploración terrible de los miedos japoneses a otro desastre atómico, de la rebeldía juvenil contra todo poder, de la tiranía de las drogas y de la fuerza de lo desconocido. Maravilloso.
The culture of connectivity, de Jose Van Dijck (Oxford University Press)
De entre todos los ensayos notables que leí este año durante mis estudios en Comunicación Digital — Comunicación y poder, de Manuel Castells; Participatory Culture in a Networked Era, de Henry Jenkins, Misuko Ito y danah boyd; Media, Society, World: Social Theory and Digital Media Practice, de Nick Couldry— este libro de Jose Van Dijck ha sido el más iluminador.
A partir de un esquema que integra la economía política de las redes de Castells y la Teoría del Actor-Red, de Bruno Latour, Van Dijck analiza cinco plataformas sociales —Facebook, Twitter, YouTube, Flickr y Wikipedia— para mapear cómo el ecosistema de medios sociales modela nuestra cultura a partir de los múltiples sentidos de la conectividad: la multiplicación y aceleración de las transmisiones informáticas, la acumulación de capital social por parte de los usuarios (popularidad) y la acumulación de capital económico, por parte de las grandes empresas tecnológicas.
El complot mongol, de Rafael Bernal (Ed. Libros del Asteroide)
Poco antes de hincarle el diente a este clásico del policial mexicano —algunos dicen que es la piedra fundamental— yo dije públicamente que el esquema ese de la novelita negra, con su detective que intenta resolver un crimen, me resultaba una reverenda mamada en un país como el mío. ¿Quién cree que los crímenes se resuelven, si ni siquiera se intenta resolverlos? Hasta que leí esta novela y tuve que reconsiderar mi posición.
(También tuvo mucho que ver No manden flores, de Martín Solares (Mondadori), otra de las novelas notables que leí este año).
¡Pinche Bernal!
Patria, de Fernando Aramburu (Ed. Tusquets)
Ésta es una novela decimonónica, coral y realista al estilo del siglo XIX. Pero es sumamente actual y tremendamente buena. Aramburu consigue algo muy difícil: tratar con justicia los puntos de vista de todos los personajes en conflicto —hay militantes de ETA, curas nacionalistas, empresarios, víctimas, hombres y mujeres, madres— y al mismo tiempo tomar partido, porque Aramburu pretende contribuir a la derrota del relato que justifica la violencia terrorista.
O dicho de otro modo: tiene la ambigüedad que toda gran novela necesita para salvarse del dogmatismo; y la firmeza para que, en el contexto de los procesos de pacificación y justicia en el país vasco, pueda decir lo que sólo una novela puede decir (para ponerlo en términos de Kundera).
Otros libros notables:
- Los vagabundos de la chatarra, de Jorge Carrión y Sagar. (Comic)
- Sugar Skull, de Charles Burns (Comic)
- Monasterio, La pirueta y Signor Hoffman, de Eduardo Halfon (Narrativa), sobre el que ya escribí.
- Euforia, de Lily King (Novela).
- Las tierras arrasadas, de Emiliano Monge. (Novela). Esta novela duele tanto que tuve que suspender un rato su lectura: duele.
- Agua corriente, de Antonio Ortuño. (Cuentos)
- No voy a pedirle a nadie que me crea, de Juan Pablo Villalobos. (Novela)
- La máquina de contenido, de Michael Bhaskar. (Ensayo).
- El punto ciego, de Javier Cercas (Ensayo).
- Hacker, Hoaxer, Wistleblower, Spy: the many faces of Anonymous, de Gabriella Coleman. (Ensayo-crónica)
¿Y ustedes? ¿Cuáles fueron sus lecturas favoritas? Me interesaría mucho que me hicieran algún comentario. Si no se les ocurre nada, siguiendo el ejemplo del vlog de René Lopez VIllamar, pueden escribir: «Mama’s in the factory, she ain’t got no shoes / Daddy’s in the alley, he’s lookin’ for food / I’m in the kitchen with the tombstone blues».
Y si no quieren, por lo menos pueden seguirme en Goodreads.
Bonus:
Yo solo he leído Akira y El Maestro y Margarita de tu lista y la verdad es que son tan buenos que definitivamente consideraré leer los demás. Me llamó la atención especialmente el libro de Aramburu, porque ya leí y me gustó mucho Años Lentos, donde toca de refilón el origen de la ETA. Yo este año leí menos que otros, pero mi favorito fue El Zorro Ártico, de Sjón. Lo encuentras en Nórdica. Una chulada. ¡Saludos!
Gracias por tu comentario y tus recomendaciones, Ceci. Se siente bonito saber que alguien lee del otro lado, jeje.
Buscaré el Zorro ártico, cómo no.
Me sorprendió que la novela de Aramburu no fuera promocionada con orquesta durante la FIL, porque en España ha sido un fenómeno tanto de ventas como de crítica. (Quizá es signo de que, pese a las cacayacas de que vivimos en el gran continente del español, en el fondo cada país es una isla).
¡Salud!
Híjole sí… eso de la aldea global es pura ilusión. O será que se les hizo feo cuando el tema de la feria era «Latinoamérica». De cualquier forma, el título Patria es tan fuerte… y bueno, el año que viene el invitado es Madrid. Así que puede ser que nos llegue con un año de retraso.