Leí en El País esta nota de Javier Salas sobre el descubrimiento de la estructura de miles de proteínas usando Inteligencia Artificial. Me encantó por lo que revela -la potencia del conocimiento humano- pero también por la forma en que está escrita.

Qué fascinante capacidad para construir metáforas y explicaciones didácticas que ayudan a comprender procesos tan complejos y especializados.

Casi todo el mundo tiene en mente la metáfora de que el ADN contiene las instrucciones de la vida. Aunque son las proteínas quienes la ponen a funcionar: realizan esas tareas, como activar el movimiento de los músculos, determinar el estado de los tejidos, transportar sustancias por el organismo o defenderlo de las agresiones. Las instrucciones del ADN por sí solas, lógicamente, no hacen nada. Ese manual nada más pone en marcha a las materias primas, los aminoácidos, sobre la cadena de montaje. Se disponen en fila en la cinta para que los operarios (los ribosomas) construyan esas máquinas que son las proteínas. Pliegan esa fila de aminoácidos para darle su complejísima forma a las proteínas, una estructura que determina su función: no es lo mismo construir una cafetera que un motor de coche.

La inteligencia artificial es capaz de saber si la cafetera será italiana, hexagonal y con asa de plástico, con solo ver los tornillos y las placas de latón dispuestas en fila bidimensional.

Javier Salas es un grande.

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José Miguel Tomasena

Escritor, periodista, profesor universitario. Autor de El rastro de los cuerpos (Grijalbo, 2019) , La caída de Cobra (Tusquets, 2016). Co-guionista de Retratos de una búsqueda. Premio Bellas Artes de Cuento San Luis Potosí en 2013 por ¿Quién se acuerda del polvo de la casa de Hemingway (Paraíso Perdido, 2018). Investiga formas de socialización lectora en internet.