Mitla. Internet Archive Book Images. CC, 2.0 https://flic.kr/p/oui7d9

En los últimos días he estado en promoción de mi primera novela, La caída de Cobra. Como creo que lo peor que puede hacer un escritor es dar demasiadas explicaciones sobre sus libros, decidí leer estos breves cuentos (o estampas) que, en algún sentido, podrían estar relacionadas con mi novela. Corresponde a los lectores sacar las conclusiones que quieran…

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En Teotitlán del Valle, Oaxaca, hay una pequeña ermita franciscana (¿o dominica?, ¿agustina?) cubierta por frescos enjarres blancos, retablos labrados y hartas flores para sabe qué Virgen o Santo. El piso es de tierra (¿o de cemento?, ¿baldosas amarillas?) y el techo de tejas, sostenido por una estructura de madera. En uno de los muros laterales sobresale una piedra caliza, rosada, con una greca idéntica a las de las ruinas de Mitla.

Otras piedras similares sobresalen en el exterior de la iglesia y en uno de los muros que bordean el atrio, incrustaciones del pasado que perviven para hacer recordar. Al rodear la gran explanada del templo, junto a la que construyeron una escuela (¿o un hospital?, ¿la casa del cura?), hay una calle inclinada con talleres de tapetes y tiendas de artesanías. Desde la parte más baja, es posible ver que toda la explanada el templo, todo el atrio, la escuela, hospital o casa del cura, el ahuehuete y su sombra, todo está construido sobre la base de una pirámide mixteca que ya no existe.

Así es que uno tiene la tentación, el morbo, de preguntarse cómo era aquello, como se tiene la tentación de imaginar cuántos secretos están sepultados bajo la selva que se cierne sobre Palenque, qué hay debajo de la Catedral y del Palacio Nacional o cómo era la ciudad romana que enterrada debajo del Palacio de los Reyes en Barcelona —después de todo, la costumbre de enterrar las ciudades de los vencidos nos viene de lejos—, y también es inevitable pensar que dentro de cien, trescientos o setecientos años, si el planeta aguanta —y parece que no— estos lugares, la Casa Iteso-Clavijero, obra patrimonial de un gigante como Luis Barragán, la Universidad Iberoamericana Santa Fé que, como todos sabemos, está construída sobre lo que fue el basurero de la ciudad más grande del mundo o la Casa Universitaria del Libro de la UANL, que fuera construida en 1919 al estilo Queen Anne por el arquitecto Eduardo Belden, todo esto también quedará destruido.

Mi novela también es una ciudad construida sobre ruinas. Debajo de lo que ustedes pueden leer hay ocho novelas destruidas. Solo sobrevivieron las mejores palabras.

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José Miguel Tomasena

Escritor, periodista, profesor universitario. Autor de El rastro de los cuerpos (Grijalbo, 2019) , La caída de Cobra (Tusquets, 2016). Co-guionista de Retratos de una búsqueda. Premio Bellas Artes de Cuento San Luis Potosí en 2013 por ¿Quién se acuerda del polvo de la casa de Hemingway (Paraíso Perdido, 2018). Investiga formas de socialización lectora en internet.