Decía en una entrada previa, a propósito de una excelente reflexion del agente literario Guillermo Schavelzon sobre la dificultad que tienen los editores para vender libros en la era digital, que yo creo que nunca volveremos a la era de oro en la que la prensa escrita era la gran prescriptora de la lectura y la impulsora de las ventas.
Ya no. Vivimos en la época de Amazon, que para bien y para mal, domina el negocio del comercio electrónico.
Hay mucho que aprender.
Afortunadamente, hay alternativas
Las cosas se están moviendo. Hace unos días leí en el blog Kosmópolis un texto interesantísimo de María Farràs —Los límites del libro— que da cuenta de algunas de las innovaciones y discusiones alrededor de los nuevos modelos de negocio para el libro. Las vetas del debate son amplísimas y complejas, pero quiero resaltar algunas que me han llamado mucho la atención:
Your Fry
Se trata de un experimento impulsado por Penguin Books como parte del lanzamiento de las memorias de Stephen Fry, More fool me. La editorial, en sociedad con WeTransfer, colgó en la red archivos con textos, imágenes y la voz del autor, de modo que los lectores pudieran re-interpretar el libro como les diera la gana. Los resultados están loquísimos: gente que integró circuitos electrónicos a la portada del libro, o que hizo animaciones, ilustraciones, aplicaciones web, o remixes con la voz del autor (que me recordó los collages sonoros de Octavio Paz recitando a los Tigres del Norte que hizo Benjamín Moreno).
El proyecto que más me gustó fue este mapa interactivo e ilustrado:
Lo que me parece más interesante es la posibilidad de establecer un diálogo creativo con los lectores. No creo que la lectura sea una actividad pasiva, nunca lo ha sido, pero es innegable que las nuevas tecnologías permiten nuevas posibilidades de interacción y co-creación. Yo sueño con algo así.
Libros enriquecidos (Apps)
Otra de las alternativas interesantísimas son las aplicaciones de productos editoriales para tabletas. Ya no se trata sólo de textos, sino de las posibilidades que ofrece la convergencia con otros lenguajes. Si Björk publicó un disco/app, ¿qué cosas podemos hacer con la literatura? El campo es fecundísimo, el público es nuevo. Tres ejemplos:
- The Wasteland, el poema de T.S. Elliot, enriquecido con notas, comentarios en video, audios, y las notas autógrafas que Ezra Pound hizo al manuscrito original, entre otras monerías.
- The Fantastic Flying Books of Mr. Morris Lessmore, una aplicación de la historia que inspiró el famoso corto de animación que ganó un Oscar.
- Blanco, de Octavio Paz, una app publicada por Conaculta que juega con la riqueza del espacio en la confección de poema y ofrece audios con lecturas, comentarios, etc. No se cuántas descargas lleve, pero sin duda son muchísimas más que las ediciones «traicionales» –en papel– del poema.
Para conocer más de estas alternativas, recomiendo este texto de Carles Sora sobre las relaciones de frontera en la literatura electrónica publicado en el blog de Kosmópolis.
Cory Doctorow
Este autor gringo de ciencia ficción (no confundir con el otro Doctorow) ha ganado fama por una propuesta que le pondría los pelos de punta a la mayoría de los editores: se trata de explotar las posibilidades de las licencias Creative Commons para fomentar que los lectores copien, adapten, muten y viralicen las copias digitales de sus libros. Esto no es mero altruismo ni una apología de los ebooks, sino una decisión comercial: la mejor manera de vender libros físicos en la era digital es regalando libros electrónicos.
Doctorow está convencido de que los libros en papel son mejor tecnología de lectura y sostiene que los grandes lectores, esas personas que compran y leen muchos libros al año y que son fieles a sus autores favoritos y que tienen grandes bibliotecas, compran y seguirán comprando libros en papel. (En esto coincide con Diego Rabasa, editor de Sexto Piso, quien me respondió hace años, cuando lo entrevisté en medio de la fiebre de los ebooks, que ellos no apostaban por los libros electrónicos porque sus lectores no dejarían el papel). Pero Doctorow también es suficientemente listo para entender que los libros ya no son el centro de la cultura contemporánea y que los móviles, tabletas y computadoras son los artefactos centrales en nuestra vida cotidiana. ¿Cómo aprovechar la agilidad y ubicuidad de las tecnologías de información para hacer de la literatura un negocio sostenible?
En la economía digital, una copia regalada no necesariamente significa una venta menos. La mejor promoción es el boca a boca: si en internet circulan 100 mil copias de un ebook, hay más posibilidades de vender 10 mil libros. Luego andan los editores haciendo maromas y campañas de marketing para difundir una obra que nadie ha leído (el discurso literario tiene que apoyarse en la presencia o labia del autor, pero si eres tímido ya te jodiste). Si es más fácil animar y reconocer a los lectores que hacen esta chamba por ti en lugar de tratarlos como delincuentes…
Width = 194px Height = 300pxEn fin, hace poco descargué Content, un libro de ensayos en el que Doctorow argumenta estas cosas que estoy diciendo (y que recomiendo mucho). Lo estaba leyendo en el Kindle, y me arrancó me arrancó una sonrisa cuando, después del terminar un capítulo, apareció un mensaje que decía: Si te está gustando este libro que descargaste de internet, ¿por qué no apoyas al autor y al editor comprando una copia física?
La gran pregunta, en términos de negocio, es cuántas copias digitales tienes que regalar para que el negocio sea reantable. Si el 3% de la gente va a comprar tu libro y necesitas vender 4 mil ejemplares, necesitas conseguir más de 130,000 descargas. No es tan fácil.
Y sin embargo, algunas editoriales pequeñas empiezan ya a experimenar con el modelo. Así ha publicado Sur Plus el libro de Vivian Abenschushan, Escritos para desocupados. Por cierto, es magnífico.
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