tommy wiseau

Todo artista trabaja en el abismo: tiene una idea más o menos ambiciosa sobre lo que quiere hacer o decir, pero en el fondo no sabe si logrará ser quien desea.

El artista, nos dicen, es fiel a su visión, pese al rechazo de sus contemporáneos: Stravisnsky, Kafka, Van Gogh, o más recientemente, el mismo Roberto Bolaño.

The disaster artist (James Franco, 2016) lleva esa premisa al límite: Tommy Wiseau es a todas luces una persona desequilibrada, pésimo actor y peor cineasta. Pero, como Van Gogh, Stravinsky o Kafka, persiste. Persiste aunque todos le digan que no; más aún, precisamente porque todos le dicen que no, Tommy cree que es un gran artista.

La película lleva este relato al límite en el que lo esperpéntico empieza a ser divertido. Muy divertido. (Y por la que The Room se ha convertido en una especie de película de culto).

Y en la escena final, el estreno de The Room, el momento en el que el artista ha de confrontar su sueño con el público, el encuentro para el que cualquier arte existe, resulta otra cosa.

Y ahí es cuando Tommy se revela como un personaje fascinante. Y es lo que me dejó pensando, que también libro mis pequeñas batallas para que mi arte llegue a su público y para descubrir si realmente puedo ser quien quiero ser. Porque lo que Tommy entiende, y entiende bien, es que uno no es lo que quiere ser, sino lo que los otros quieren que uno sea.

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José Miguel Tomasena

Escritor, periodista, profesor universitario. Autor de El rastro de los cuerpos (Grijalbo, 2019) , La caída de Cobra (Tusquets, 2016). Co-guionista de Retratos de una búsqueda. Premio Bellas Artes de Cuento San Luis Potosí en 2013 por ¿Quién se acuerda del polvo de la casa de Hemingway (Paraíso Perdido, 2018). Investiga formas de socialización lectora en internet.

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