No es secreto: El mal querer, de Rosalía, es uno de los proyectos artísticos que más me han emocionado últimamente. No sólo está en mi lista de mejores discos de 2018, sino también en el de los mejores libros.
Hace unos días vi su presentación durante la ceremonia de los premios Goya 2019. Me emocionó, pero el sonido de mi tele no era el mejor y mi disposición tampoco: acababa de salir de la habitación de mis hijos; la más pequeña no quería dormir.
Después pude escucharla con audífonos en YouTube y sumarme así a la ola que ha convertido este video en el más visto de la gala, con más de 1.5 millones de reproducciones en un día, me ha conmovido aún más.
Ayer leí una nota en la edición impresa de La vanguardia, escrita por Maricel Chavarría y que desgraciadamente no está disponible en línea, en la que contextualizaba el acto -qué rol crucial el de un buen periódico contemporáneo: contextualizar– y eso me ayudó más a disfrutarla.
La canción que cantó Rosalía es una versión de «Me quedo contigo», una canción que popularizaron en los setenta un grupo que se llamaba Los chunguitos. (Lo siento, no me sonaban de nada, no soy de aquí; qué gran nombre.)
Resulta que la canción de Los chunguitos fue usada en el clímax de una una mítica película de Carlos Saura que se llama Deprisa deprisa.
Si me das a elegir entre tú y mis ideas / que yo sin ellas / soy un hombre perdido / ay amor / me quedo contigo
Ricardo Piglia decía en no se cuál ensayo que los grandes artistas no sólo producen obras, sino que modifican las condiciones de recepción de las obras. Eso es lo que hizo Borges cuando escribía cuentos que parecían ensayos y ensayos que parecían cuentos. A partir de entonces, nuestra comprensión de los géneros literarios cambió para siempre.
Y es lo que hizo Rosalía después de recibir una invitación para cantar en un evento cinematográfico: escogió una canción sumamente significativa para el público al que se dirigía, se alió con el compositor y arreglista de música sacra Bernat Vivanco y con el Coro del Orfeo Català y transformaron un clásico de la música popular (y del cine) españoles en un himno religioso de alturas místicas. (Con puesta de escena incluida.)
Pues eso.