Cruzados. Internet Archive Book Images CC 2.0 https://flic.kr/p/ouqUg5

En los últimos días he estado en promoción de mi primera novela, La caída de Cobra. Como creo que lo peor que puede hacer un escritor es dar demasiadas explicaciones sobre sus libros, decidí leer estos breves cuentos (o estampas) que, en algún sentido, podrían estar relacionadas con mi novela. Corresponde a los lectores sacar las conclusiones que quieran…

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Los jesuitas iban dos veces por semana al reclusorio. Los sábados visitaban los módulos de segregados: el Uno, para castigados; el Dos, para homosexuales y seropositivos; el Dos-Bis, para los locos; el Cero, para presos perseguidos. Y los miércoles impartían coordinaban un grupo de estudio bíblico en la capilla.

Llevaban fotocopias de teólogos progresistas y biblistas populares de Latinoamérica y explicaban que un profeta no era un adivino, como se creía, sino una persona que denunciaba la injusticia, la corrupción, la pobreza, la usura, el abuso de poder, el uso de la religión para justificar la opresión, la explotación y la desigualdad, y que por eso los profetas eran a menudo tomados por locos, como el Quijote, o como los guerrilleros de los setenta, que creían ver en cada esquina las condiciones objetivas para la revolución y que cuarenta años después despertaron en un mundo amueblado como McDonald’s, con publicidad hasta en las manijas del metro, cadáveres en bolsas de basura y cabezas humanas en hieleras del Oxxo.

Los jesuitas y los presos leían textos de Amós, de Oseas, de Jeremías y Isaías, y hablaban de Natán, el profeta que había desenmascarado al mismísimo Rey David cuando éste conspiró para asesinar a Urías y bajarle a su esposa.

Entonces, uno de los internos tomó la palabra y dijo que sí, que estaba muy bien eso de los profetas, pero que si sabían lo que le había pasado a los presos que intentaron hacer un comité de derechos humanos dentro del penal. Que si eran conscientes de lo que implicaba andar predicando el cambio estructural en una prisión.

Todos se quedaron en silencio. Y luego intervino otro para decir que estaban ahí para hablar de Cristo, de la Biblia; que de temas políticos no venían a hablar.

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José Miguel Tomasena

Escritor, periodista, profesor universitario. Autor de El rastro de los cuerpos (Grijalbo, 2019) , La caída de Cobra (Tusquets, 2016). Co-guionista de Retratos de una búsqueda. Premio Bellas Artes de Cuento San Luis Potosí en 2013 por ¿Quién se acuerda del polvo de la casa de Hemingway (Paraíso Perdido, 2018). Investiga formas de socialización lectora en internet.