“Te encontraré una mañana
dentro de mi habitación
y prepararás la cama para dos”
-Sui Generis.
La visión de una muerte así me emociona. Un deseo simple, una proyección con el poder de ordenar mi forma de vivir.
San Ignacio invita a pensar así las deliberaciones de la vida. Si tomo este camino, ¿cómo lo veré en el umbral de la muerte? ¿Cómo me imagino este instante a la luz del horizonte último y definitivo?
Nietzche lo formula de otro modo, que para mi es casi el mismo: si te dieran la opción de repetir tu vida exacta, en un eterno retorno, ¿cambiarías algo o abrazarías tus opciones tal como fueron?
El video de Sui Generis me emociona porque es una visión de la muerte como conyuge que al mismo tiempo es pura vida, juventud ingenua, cándida. Niños con sus padres jipis, jipis con sus hijos huérfanos.
Yo veo esas imágenes, digo qué ingenuos, siento el golpe que vendría (sangre de militares asesinos, cadáveres en el río, la traición negra de las drogas: vías que no condujeron precisamente a una muerte por la mañana, en la habitación y en cama para dos), y aún así me siento nostálgico.
¿Por qué me pongo así, yo, un ser humano que nació después de que esa generación se estampara con sus propias pesadillas?
Poco a poco fui creciendo,
y mis fábulas de amor
se fueron desvaneciendo
como pompas de jabón.
Desde la muerte, es absurda toda pretención de notoriedad, de conocimiento, de fama, de dinero. Nada tiene sentido desde la perspectiva de la visión última. Todo se desvanece y sólo queda la última mirada hacia atrás (la pregunta por el sentido siempre es retrospectiva: por eso hay literatura). Sólo queda la unica pregunta importante: si vivir tuvo sentido.
Por eso creo que Charly, tan dañado y tan herido como esa generación que lo apostó todo para perder, con el cuerpo entumecido por sus excesos, es enternecedor. Mírenme, soy un viejo y me voy a morir pronto, pero tengo todo este pasado que me respalda, ustedes cantan mis canciones y yo aún puedo tocar.
Soy un sobreviviente.