TIFF Bell Lightbox, en Toronto

Durante mi visita a Toronto para presentar Retratos de una búsqueda en HotDocs 2015, sobre la que ya escribí algo, estaba expuesto a una oferta tan abundante y buena de documentales, que constantemente tenía la sensación de estar perdiéndome alguna película fascinante, una sensación que se agravaba al pensar que, incluso si me hubiera dedicado a ver películas todo el día, dándole a la espalda a todo lo que ofrece una ciudad maravillosa, apenas habría alcanzado a ver una minúscula parte de la oferta.

Subí a Instagram una foto de las postales pegadas en una de las paredes de la sede de actividades de industria de Hot Docs.

Películas presentadas en Hot Docs 2015

Películas presentadas en Hot Docs 2015

En el pie de foto escribí:

La sobre-oferta de documentales le hacía sentir todo el tiempo que se estaba perdiendo de alguna joya, pero luego pensaba así era todo, que estamos condenados a experimentar sólo una microscópica porción de la maravilla.

Estaba enfrentando, finalmente, una de las condiciones permanentes del hombre contemporáneo, expuesto a muchos más estímulos e información de lo que su cuerpo es capaz de procesar.

La sobre-abundancia

Si lo que caracterizaba al entorno de medios durante el siglo XX era la escasez (la gente se reunía a escuchar la radio o ver la tele porque los aparatos eran muy caros), ahora vivimos en el paradigma de la sobre-abundancia. Toda la información al alcance tu mano. Instantáneo.

Según el paquete de medios de Hot Docs, este año llegaron 2,710 películas que solicitaron ser programadas, de las cuales fueron 210 (organizadas en 12 programas diferentes). Es decir, sólo el 7.7 por ciento de las películas consigue entrar en la programación. Esto, por supuesto, hace que me sienta muy orgulloso de todo el equipo de Retratos (en especial de Alicia y de Karla, la productora), pero también me hace pensar en lo demandante que es el trabajo de programación de un festival así. Es casi un cliché decir que «el contenido manda», pero en verdad el prestigio de Hot Docs (y de cualquier festival de cine o de música) recae en el equipo de 17 programadores, dirigidos por Charlotte Cook. Mucho depende de su buen ojo, de su olfato, de su capacidad para construir un programa que tenga sentido en su conjunto y que además, apele a los distintos públicos.

Son los dueños de la llave. Quién entra y quién no. Y su decisión puede marcar la suerte posterior de una película. Afortunadamente para Retratos, como comenté en la entrada previa, haber sido seleccionados nos ha abierto oportunidades de distribución que aún falta concretar.

No es fácil construir una institución que tenga este poder. Es un trabajo de selección, pero también de agregación, de catalogación. Pienso que lo mismo ha ido construyendo Ambulante, en cuya edición 2015 también participó Retratos:  han construido una marca que agrupa y certifica una serie de películas que, si se presentaran de forma individual, difícilmente podrían atraer público. Con esto, están formando públicos.

Pero aún así, 210 películas es demasiado.

Al hojear el catálogo, me sentía como en uno de sos bufetes en los que puedes comer todo lo que quieras. Hay cinco sopas, hay pollo, res, puerco, cordero, camarones, pescado; hay pastas y arroz y ensaladas y veinte postres, café o té, así es que pruebas un poquito de todo y terminas indigesto y sin haber saboreado nada.

Igual me pasa en los festivales de música.

Y en Netflix.

Y en Youtube.

(Y en mi biblioteca).

Esta condición de super-abundancia de información es la regla de nuestro mundo. Una situación inédita en la historia de la humanidad. Demasiadas cosas para tan poco tiempo: tuits, noticias, discos, libros, películas. (Ya Gabriel Zaid ha analizado esta tendencia cultural en su ensayo clásico Los demasiados libros).

¿Cómo le hacemos para elegir? ¿Cómo construimos ayuda para que la audiencia no se pierda, no se empache, no nos abandone?

Desde el punto de vista de un productor de contenidos (soy editor, escritor, co-guionista de cine), ¿cómo le hago para hacer llevar mi película, mi libro o mi revista a la gente?  Y desde mi faceta de consumidor, ¿cómo decido qué leer, qué ver o qué escuchar en medio de tanto ruido?

¿Ustedes cómo le hacen?

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José Miguel Tomasena

Escritor, periodista, profesor universitario. Autor de El rastro de los cuerpos (Grijalbo, 2019) , La caída de Cobra (Tusquets, 2016). Co-guionista de Retratos de una búsqueda. Premio Bellas Artes de Cuento San Luis Potosí en 2013 por ¿Quién se acuerda del polvo de la casa de Hemingway (Paraíso Perdido, 2018). Investiga formas de socialización lectora en internet.

2 comentarios en “Hot Docs: demasiadas películas

  1. Ricardo Campos Hace 9 años

    Yo me dejo llevar por lo que se me presenta por «casualidad». Obviamente uno se expone a cierto medio y tiene sus preferencias que lo guían a ciertas ofertas destinadas para «ese grupo» (cualquier grupo en el que pueda estar).

    Al final uno decide tomar riesgos y en otras ocasiones uno quiere ver algo que creer le puede gustar. Depende de la experiencia que desee uno. Cuando te dejas llevar y encuentras una maravilla de película, blog o lo que sea, se siente más especial, más personal. Cuando una cosa te lleva a otra, las relaciones entre dos cosas que pueden ser muy distintas. Es una experiencia de uno o un conjunto de experiencias que hacemos nuestras y se sienten bien. Después, por supuesto, compartir con afines. 🙂

    Conforme pasa el tiempo creo que es natural dejar de querer experimentar y terminamos buscando lo que nos apetece solamente. Creo que eso se llama envejecer.

    1. jmtomasena Hace 9 años

      Tienes razón, Ricardo. El azar y el riesgo producen (a veces) experiencias especiales. Pero, ¿es este dejarse llevar la única opción que tenemos? ¿Hay modos de estructurar lo que nos gusta para que ese camino no sea tan azaroso, por un lado, ni tan previsible (como de viejito)?
      Gracias por comentar.