Una bella imprenta. CC BY 2.0: Boston Public Library

Anoche repliqué una nota de Reforma, publicada el viernes 3 de julio de 2015, en la que se aborda el problema de los libros que han recibido un premio de literatura de Bellas Artes pero no han sido publicados, como es mi caso: en 2013 gané el Premio Nacional de Cuento San Luis Potosí y mi libro, ¿Quién se acuerda del polvo de la casa de Hemingway?, no ha encontrado editor en español.

Si no has leído la nota, puedes hacerlo aquí.

Prometí comentarla, de modo que tengo que decir que…

… la cosa es mucho más complicada

Por supuesto que me hubiera gustado que se publicara mi libro de cuentos. De hecho, aun me cuesta explicarle a mis amigos y familiares lo que ha pasado. Ellos esperarían tener ya un libro impreso en las manos, con dedicatoria y todo.

Pero publicar no es mandar imprimir los libros –de preferencia sin faltas de ortografía– y luego organizar una presentación en la que tres de tus cuates te elogian alrededor de una mesa con mantel de fieltro verde, y beber unas rondas de vino tinto en vasos desechables, y comer canapés de salchichas envueltas en pan bimbo servidas por una docena de personas disfrazadas como mayordomos ingleses que nunca leerán tus geniales creaciones, en parte porque no pueden, en parte porque no les interesa, y responder sesudas entrevistas sobre la gestación de la obra, las influencias y el estado de la literatura mexicana actual para la hoja cultural de dos o tres periódicos, y luego ofertar los libros en la librería de alguna secretaría de cultura municipal o estatal que por disposición sindical sólo abre de lunes a viernes de 10 a 18 horas, cuando la mayoría de la gente tiene que trabajar, y esperar a que llegue le llegue su momento a tu libro mientras acumula polvo en las bodegas del ayuntamiento,  junto con otros doscientos títulos igual de geniales, hasta que un día se anuncia una «re-ingeniería de la infraestructura municipal» y tu preciosa obra termina rematada en la banqueta por diez pesos, si bien te va, o enviada a la trituradora, con lo que al menos contribuyes, aunque sea con un granito de arena, a disminuir la terrible devastación de los bosques mexicanos, porque en este país no sólo estamos comprometidos con la cultura, sino con la reducción del calentamiento global.

Eso es algo que le dije a Jorge Ricardo cuando me entrevistó. (Bueno, con otras palabras). Y con eso puede hacer más sentido eso que dije sobre la red de distribución de las librerías Educal. Porque el problema no es imprimir libros y hacer cocteles; eso se nos da bien. En México hay más editoriales independientes que lectores.

Entonces, hay que esperar a que llegue la bola buena, como los bateadores. Aunque, como dice Cecilia Magaña en el reportaje, por andar soñando corres el riesgo pasar por alto opciones interesantes, y en este juego, a diferencia del beisbol, no hay bases por bolas. Si lo miras bien, las posibilidades de tener el contrato perfecto con la editorial de tus sueños son bajísimas, quizá nulas, y si llegan, quizá termines recibiendo un contrato con cláusulas envenenadas que, con redacción elegantísima, eso sí, te exige que les cedas tus derechos de por vida y que te tatúes su nombre con agujas ardientes en el escroto.

Las alternativas tendrían que venir de otro lado, de otras lógicas. No lo sé. Es posible explorar otras formas de producir y circular la literatura, con otras lógicas. Y yo creo que, habiendo dinero público de por medio, el Estado podría pensar en otras formas de hacer circular la producción premiada, usando las nuevas tecnologías y las licencias creative commons, lo que permitiría, por ejemplo, circular en internet los libros premiados y, al mismo tiempo, permitir que los autores pueden negociar un contrato comercial con alguna editorial.

Año y medio después, pienso que el premio San Luis Potosí no me dio un contrato editorial, pero le dio visibilidad a mi trabajo literario.

Si gugleas mi nombre, por ejemplo, es de las primeras cosas que salen;  permitió que algunos editores leyeran mi manuscrito –uno me bateó de forma puntual y cordial; el otro ni siquiera me ha respondido–, porque antes ni me fumaban; contribuyó a que pudiera conseguir un agente literario y a que algunos editores de revistas publicaran alguno de mis cuentos; ayudó, finalmente, a que haya podido firmar un contrato para mi primera novela.

(Saldrá a principios de 2016, pero aún no quiero hablar de ello).

Los libros tienen caminos caprichosos. Insospechados. Antes que en castellano, el primer contrato para mi libro premiado será en turco. La editorial Verita Kitap acaba de comprar los derechos de traducción.

Según Google Translate, se llamará: Kim Hemingway House toz hatırlar?

Suena chingón.

5

José Miguel Tomasena

Escritor, periodista, profesor universitario. Autor de El rastro de los cuerpos (Grijalbo, 2019) , La caída de Cobra (Tusquets, 2016). Co-guionista de Retratos de una búsqueda. Premio Bellas Artes de Cuento San Luis Potosí en 2013 por ¿Quién se acuerda del polvo de la casa de Hemingway (Paraíso Perdido, 2018). Investiga formas de socialización lectora en internet.

5 comentarios en “Libros premiados pero no publicados: mi comentario

  1. Pingback: Libros premiados pero no publicados - J.M. Tomasena

  2. chacsol Hace 9 años

    De leer lo que escribes acá dan ganas de probar también tu literatura. Que tu libro se publique en turco me parece alucinante, en el mejor de los sentidos. Totalmente de acuerdo en que la literatura requiere de nuevas formas de circulación y de producción, y esto implica no solamente la producción de los libros sino las formas de la propia literatura. Pienso en el libro-web de Vivian Abenshushan «Escritos para desocupados» pero seguro que hay variedad de formas que se están experimentando. Y por definición los experimentos son emocionantes. Gracias por compartir los piensos broder.

    1. jmtomasena Hace 9 años

      Gracias a ti, Héctor. El libro de Vivian es una joya, no sólo por su contenido, sino porque abre otras posibilidades para la circulación y consumo de la literatura.
      Salud!

  3. Sergio Garibay Hace 9 años

    Que le digo maestro, Así la vida!

    1. jmtomasena Hace 9 años

      Gracias, Sergio.